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CANONIZACIÓN/HOMILÍA DEL PAPA

Frassati y Acutis, invitación a los jóvenes a «orientar la vida hacia lo alto»

Ayer, ochenta mil personas participaron en la misa de canonización de los dos jóvenes santos, Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, celebrada por León XIV: la fe no debe reducirse a la devoción privada y el amor por la Eucaristía son los aspectos señalados por el Papa. 

Ecclesia 08_09_2025

80 mil personas, tantas como las que caben en el Estadio Olímpico de Roma. Solo que ayer, en el primer domingo de septiembre, que sin embargo el calor hizo parecer aún agosto, en la plaza de San Pedro no se jugaba un partido importante, sino que se celebraba la canonización de dos nuevos santos. 

Nacidos con 90 años de diferencia, Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis fueron elevados a los altares por León XIV, quien desde el atrio pronunció la fórmula que comienza con «ad honorem Sanctæ et Individuæ Trinitatis, ad exaltationem fidei catholicæ et vitæ christianæ incrementum». Así, «en honor de la Santísima Trinidad, para la exaltación de la fe católica y el incremento de la fe cristiana», los dos, fallecidos jóvenes, respectivamente en 1925 a los 24 años y en 2006 a los 15, fueron inscritos en el libro de los santos. 

El Papa comprendió que el día de ayer sería un día destinado a no ser olvidado y, antes de comenzar la misa, lo definió de improviso como «una fiesta maravillosa para toda Italia, para toda la Iglesia y para todo el mundo». A continuación, recordó que la santidad no es un lujo para unos pocos y que «todos vosotros, todos nosotros, estamos llamados también a ser santos». Dirigiéndose sobre todo a los numerosos jóvenes presentes en la plaza, Prevost dijo: «Todos sentimos en el corazón lo mismo que vivieron Pier Giorgio y Carlo: este amor por Jesucristo, sobre todo en la Eucaristía, pero también en los pobres, en los hermanos y en las hermanas». 

En la homilía, el Pontífice los describió como «un joven de principios del siglo XX y un adolescente de nuestros días, ambos enamorados de Jesús y dispuestos a darlo todo por Él». Para Leone, la vida de Frassati sigue representando hoy «una luz para la espiritualidad laical». Utilizando el ejemplo del nuevo santo, el Papa volvió a repetir un concepto expresado recientemente en su discurso a una delegación de políticos franceses. «Para él —recordó Prevost— la fe no era una devoción privada: impulsado por la fuerza del Evangelio y por su pertenencia a asociaciones eclesiales, se comprometió generosamente con la sociedad, contribuyó a la vida política y se dedicó con fervor al servicio de los pobres». 

Una «bofetada» a quienes se jactan de relegar su fe a una esfera exclusivamente privada, como por ejemplo la alcaldesa de Génova y nueva estrella del progresismo italiano, Silvia Salis, que ayer mismo, en una entrevista a La Stampa, se empeñó en declararse «católica en privado». 

De Acutis, en cambio, el Papa destacó su encuentro con Jesús en la familia y en los sacramentos. La homilía papal retomó abundantemente algunas citas del joven nacido en Londres sobre su relación con la Eucaristía, con el debido respeto al teólogo ultrabergogliano Andrea Grillo (desautorizado públicamente por su Pontificia Universidad Sant'Anselmo por sus críticas al nuevo santo). 

Prevost habló de la enfermedad que afectó a los dos ex beatos, recordando que «ni siquiera eso les detuvo e impidió amar, ofrecerse a Dios, bendecirle y rezarle por ellos mismos y por todos». Para el Papa agustino, «los santos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis son una invitación dirigida a todos nosotros, especialmente a los jóvenes, a no desperdiciar la vida, sino a orientarla hacia lo alto y convertirla en una obra maestra». 

Y son también los primeros santos de su pontificado. 

Una canonización especial porque en la ceremonia participaron también los padres y hermanos de uno de los dos. La familia Acutis llevó las ofrendas y el hermano Michele, nacido cuatro años después de la muerte de Carlo, proclamó la primera lectura en la plaza de la iglesia. Una circunstancia que recuerda el precedente del 24 de junio de 1950, cuando, entre los 300 000 fieles presentes en la canonización de María Goretti, también estaban su madre Assunta, asomada a una ventana, y sus hermanos, en la plaza de la iglesia. Una alegría que solo Marta Tana rozó en el siglo XVII, cuando, poco antes de morir, se enteró de la próxima beatificación de su hijo Luigi Gonzaga.